La Virgen con el Niño y ángeles, Fouquet |
Etienne
Chevalier, tesorero de los reyes de Francia Carlos VII y Luis XI, encargó a
Jean Fouquet un díptico que permaneció en la iglesia colegial de Nôtre Dame de
Melun hasta que a finales del siglo XVIII fue dividido. El panel izquierdo,
perteneciente a la Gemäldegalerie de Berlín, muestra a Etienne Chevalier
arrodillado, acompañado por su santo patrón san Esteban, mientras que el panel
derecho, propiedad del Real Museo de Bellas Artes de Amberes, representa a la
Virgen de una manera sorprendentemente original en el contexto de la pintura
francesa de la época.
En esta tabla de La Virgen con el Niño y ángeles,
verdadera obra maestra del siglo XV, Jean Fouquet evidencia la forma singular
con que tradujo en imágenes las distintas influencias que contribuyeron a la
gestación de su arte. Si la iconografía y, en particular, los ángeles
monocromos rojos y azules están en deuda con la tradición nórdica, el modo en
que resuelve la composición y la materializa evidencian su conocimiento del
arte flamenco y del Quattrocento italiano. La forma de traducir las diferentes
materias y los efectos de luz como el reflejo de la ventana sobre la superficie
pulida de las dos bolas del trono remiten a Jan van Eyck. La construcción
geométrica del espacio y su gusto por las formas puras, como la cabeza oval de
la Virgen o sus senos trazados como con compás, evocan las obras de Paolo Ucello
y de Piero della Francesca.
Etienne Chevalier y San Esteban, Fouquet
|
Fouquet representa aquí a María como Madona de la leche,
en posición frontal, ante un rico trono. La corona de ricas perlas y piedras
preciosas, que descansa sobre su cabeza sujetando un velo transparente, la
identifica como reina de los cielos. Lleva una capa de armiño y un traje de
seda gris, que destaca su cintura estrechísima, mientras que el corpiño abierto
deja ver uno de sus senos redondos. La Virgen sostiene a su Hijo desnudo sobre
su rodilla izquierda. La posición escorzada del Niño hacia el lado izquierdo de
la tabla -hacia donde dirige su rostro y su dedo índice-, conecta esta tabla
con la de la izquierda del díptico en la que aparece el donante arrodillado con
el rostro dirigido hacia la derecha, donde se encuentra Jesús.
María, con su piel blanca como el marfil, encarna el
ideal de belleza de la época, casi sin cejas, con el nacimiento del cabello muy
hacia atrás y unos rasgos, que según la tradición, serían los de Agnes Sorel,
la amante del rey Carlos VII -la primera amante real reconocida de forma
oficial, poseedora de una gran belleza-, y de la que Etienne Chevalier fue
testamentario.
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