Piranesi. Carceri d’invenzione. Factum-arte
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El visionario. M. V. Ll.
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Su maestro en la técnica del aguafuerte, en Roma, Giuseppe Vasi, debió decepcionarlo mucho cuando le dijo que no tenía aptitudes para ser un buen artesano grabador porque era “demasiado artista” y debía dedicarse más bien a la pintura. Pero tenía razón, porque un grabador en aquellos tiempos, mediados del siglo XVIII, era sobre todo un diestro técnico fabricante de imágenes en serie a las que se consideraba, por lo general, en la periferia de lo artístico. Felizmente, Piranesi, que, además de malhumorado, inconforme y polémico, era terco, persistió, e hizo bien, porque convirtió el aguafuerte en un arte tan creativo y osado como la pintura y la escultura. Él, gracias a sus aguafuertes y diseños, llegó a ser uno de los más grandes artistas de su tiempo y uno de los que crecería más y ejercería una influencia mayor después de muerto. […]
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Enormes recintos poblados de puentes, escaleras, columnas que remiten a otros puentes, escaleras y columnas, monstruosos aparatos, grúas, arietes, potros de tortura, cadenas, asfixiantes y aterradores por su profundidad y su soledad, en la que lo humano se ha reducido hasta la insignificancia y alejado, sobreviviendo apenas en los rincones sombríos, como les ocurre a las alimañas más nocivas. Esas prisiones tienen un contenido simbólico que alude a las peores calamidades, empezando por la pérdida de la libertad. En ellas están sugeridas todas las formas de la represión y la crueldad inventadas para convertir la vida en un infierno y entronizar el reinado de la maldad sobre la tierra. Es imposible no sentir un estremecimiento de horror al contemplarlas. […]
Font: Mario Vargas Llosa. El visionario. El País. 6 May 2012
http://elpais.com/elpais/2012/05/04/opinion/1336130997_149447.html
«El negro cerebro de Piranesi...», dice
en alguna parte Victor Hugo. El hombre a quien pertenecía ese cerebro nació en
1720 de una de esas familias venecianas en las que convivían armoniosamente la
vida artesana, las profesiones liberales y la Iglesia. Su padre -cantero-, su
tío Matteo Lucchesi -ingeniero y arquitecto-, junto al cual adquirió el joven
Giovanni Battista los rudimentos de saberes técnicos que, más tarde,
sustentaron su obra, y su hermano Angelo -cartujo-, que le enseñó la historia
de Roma, contribuyeron a formar los diversos aspectos de su porvenir de
artista. El tío Matteo, sobre todo, fue, si nos atrevemos a llamarlo así, una
suerte de primer y bastante mediocre antecedente de Piranesi: su sobrino heredó
de él, no sólo una teoría errónea sobre los orígenes etruscos de la
arquitectura griega, que defendió con obstinación durante toda su vida, sino
también su respeto por el arte arquitectónico considerado como una forma de
creación divina. El gran grabador, que fue el intérprete y casi el inventor de
la trágica belleza de Roma, ostentó hasta el final con orgullo, y acaso algo
arbitrariamente, el título de arquitecto veneciano: architectus venitianus. Fue igualmente en Venecia donde aprendió la
pintura con los hermanos Valeriani y, más significativamente aún, con los
Bibbiena, virtuosos y poetas de arquitecturas de teatro. Finalmente, tras
regresar por unos meses a Venecia en 1744, cuando ya empezaba a echar sus
raíces en Roma, parece ser que frecuentó brevemente el taller de Tiépolo; en
cualquier caso, este último maestro del gran estilo veneciano ejerció sobre él
su influencia.
Continúa: http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2012/05/marguerite-yourcenar-el-negro-cerebro.html#.UOheNuTxa84
El negro cerebro de Piranesi. Marguerite Yourcenar
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El subsuelo. Rafael Argullol
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[...] Como arquitecto y arqueólogo, además de grabador,
Piranesi convirtió el pasado en materia prima del futuro. Sus vedute de la Roma
antigua y barroca inundaron las retinas europeas contribuyendo a fomentar una
imagen dramática de las grandes construcciones: frente a la pulcritud
idealizada y abstracta de los grabados neoclásicos, los de Piranesi, más
atentos a la fantasía tensa de los caprici de la tradición italiana, nos
introducen a la percepción violenta de la fugacidad y de la destrucción. El
cincel del tiempo moldea brutalmente lo que quizá fue concebido como eterno.
Pero, a la manera de una irónica simetría, también la ruina puede insinuar el
camino del porvenir.
En la obra de Piranesi,
el arqueólogo se hace visionario y la arqueología se insinúa como paisaje
mental. Más allá de la piel, el arquitecto se sumerge en las arquitecturas del
subsuelo. Las vedute más incisivas apuntan al mundo subterráneo: la prisión de
I Piombi en su Venecia natal, la Cloaca Maxima, las catacumbas, las termas de
Caracalla y Diocleciano en Roma.
Al final del proceso de
inmersión aparecen las Cárceles imaginarias, universo ya plenamente onírico
pero, grabadas por Piranesi, tan ferozmente real como lo son los sueños.
Olvidada la naturaleza de la superficie, donde habita la conciencia de vigilia,
irrumpe ante los espectadores de la serie una segunda naturaleza,
claustrofóbica, pétrea, hecha de la misma sustancia que las pesadillas.
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Sin embargo, pese a que
la materia original procede del pasado, el prisionero de estas cárceles es el
hombre del futuro. Tanto las máquinas de construcción -poleas, engranajes,
andamios- como las de destrucción nos adentran en una pesadilla tecnológica
que, dos siglos después de Piranesi, nosotros conocemos bien. Cuando el
historiador del arte Kenneth Clark comparaba las estructuras de nuestros metros
-Liverpool Street Station, en concreto- y de nuestras galerías subterráneas de
comunicación con las cárceles piranesianas, ponía de relieve este carácter
premonitorio. El cineasta ruso Serguéi Mijáilovich Éisenstein, fascinado por
los grabados de Piranesi, no encontraba un paisaje mejor para enmarcar los
movimientos de la masificación y dispersión modernas y, de hecho, utilizó
varios de ellos en algunas de sus películas.
El valor de determinados
artistas consiste en mostrarnos el mundo no tanto como es, sino como se niega a
reconocerse. Ahí radica el poder de las máscaras de Goya o del vacío místico de
Rotkho. En relación con Piranesi, nadie lo dijo más certeramente que Aldous
Huxley: "Prisiones que están en el interior de la mente, con muros hechos
de pesadilla e incomprensión, con cadenas de ansiedad. Así fueron los
castillos, las audiencias, las colonias penitenciarias de Kafka. Y, pasando del
mundo de las palabras al de las formas, encontramos las mismas prisiones
metafísicas dibujadas con incomparable fuerza por Piranesi".
Font: Rafael Argullol. El País. 6 FEB 2000
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