2 de febr. 2013

Impressionisme. Alberto Corazón.

Acantilado con mal tiempo (1883). Monet
[…] Un periodista que viene de París para entrevistar a ese Monet del que tanto comienza a hablarse le encuentra en el puerto y le pide que vayan al estudio. Monet le enseña dos barcas amarradas y le dice: este es mi estudio. En una barca pesco, con la otra salgo a pintar.

[…] En 1893 Monet escribe una carta a Alice en la que le dice, entusiasmado: "Cuando comienzo a pintar siempre descubro cosas que no había visto". La pintura ha dejado de ser representación para ser descubrimiento. Pintar es ya otro tipo de pulsión, las reglas han dejado de existir. Un artista tan sabio como Renoir le confiesa a su marchante, Vollard: "He llevado estos cuadros hasta sus últimas consecuencias, y tengo la sensación de que ya no sé pintar ni dibujar". 


[…] Pintar en esas condiciones es también una revolución técnica. El cuadro sobre el caballete no puede ser de un gran formato, el trazo debe ser rápido y decidido, no caben los pentimentos, ni temporal ni técnicamente. La utilización de disolvente y barnices debe restringirse al máximo: todo lo que puede acarrear el pintor es una caja que no sea una pesada carga. Igual sucede con los colores. Hay que partir de una gama limitada y tienen que estar ya preparados. Los impresionistas transforman el comercio de las tiendas para artistas, generalizan definitivamente el tubo de óleo tal como lo conocemos hoy, los lienzos ya preparados y los bastidores estándar. Hasta entonces, en los estudios los colores los preparaban aprendices y los bastidores se fabricaban por hábiles ebanistas de acuerdo a los formatos.

Paisaje bajo un cielo agitado (1889). Van Gogh
Es muy interesante ver los traseros de los lienzos en los montajes de las exposiciones, para comprobar la diferencia entre los cuadros de taller y los cuadros de las pinturas al aire libre, algo así como la aparición de la revolución industrial en la infraestructura pictórica. La pincelada rápida y energética obliga a que la pintura se empaste más, la espátula comienza a ser tan importante como el pincel, con el inconveniente de que los tiempos de secado se alargan. Van Gogh le pide repetidamente a su hermano Theo que trate de encontrar barnices secativos más rápidos. La figura de Theo es, a su vez, una importante incorporación al universo impresionista: el marchante, que se ocupa de proveer al artista y comercializar su trabajo para nuevos públicos. El marchante y su espacio, la galería abierta a la calle, pasan a ser agentes sin los cuales no es posible entender el entramado del nuevo oficio de pintor. […]

Font: Alberto Corazón. El País. 1 febrero 2013

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