Paul Klee. Flores del crepúsculo. 1940 |
Fue su último cuadro
[…]. Mientras Europa ardía y su cuerpo enfermo se desintegraba, el pintor
nacido en Suiza tuvo la ocurrencia de plasmar un puñado de flores de colores
intensos y trazo algo infantil […].
Nadie entendió muy
bien a qué venía ese lienzo. “Desprende una incomprensible sensación de
alegría, música y libertad”, escribió un crítico suizo al verlo. Klee lo pintó
en 1940, solo unas semanas antes de su muerte por esclerodermia, enfermedad
incurable que endurecía la piel y obstaculizaba el funcionamiento de los
órganos. Lo tituló Flores del crepúsculo y corrió a añadirlo al
listado de obras que tenía pensado exhibir en Zurich, en la que se convertiría
en su última exposición en vida.
[…]. La religión de Klee fue el color. Lo encontramos en sus
polifonías y en sus peces mágicos, pero también en sus pinturas ancestrales y
en sus lienzos más fantasmagóricos. El pintor se convirtió al color en 1914,
durante un viaje por el norte africano junto al pintor August Macke, que
acabaría adquiriendo dimensiones míticas en su cabeza. “El color ha tomado
posesión de mí. Ahora me poseerá para siempre. Estamos unidos hasta el final.
Me he convertido en pintor”, dejó escrito Klee.
Klee. Redgreen and Violet-Yellow Rhythms. 1920 |
De vuelta a casa, sus
acuarelas cuadriculadas empezaron a reproducir los colores observados en ese
viaje iniciático. Los convirtió en su gramática personal, que conjugaría en
cientos de cuadros de pequeño formato, que fuerzan a quien los observa a afilar
la mirada si pretende descifrarlos. Sus sistemas geométricos reproducen la
obsesión por el movimiento de Klee, así como la influencia de la composición
musical en la pintura (fue un excelente violinista y no dudó en conectar las
dos disciplinas, como quedó demostrado hace dos años una exposición en la Cité
de la Musique de París) o la reinterpretación de géneros clásicos como el
paisajismo y la naturaleza muerta.
Para Klee, cada nuevo
cuadro suponía un nuevo reto. El pintor polaco Jankel Adler, uno de sus colegas
en la Academia de Dusseldorf (donde dio clases cuando los nazis cerraron la
Bauhaus), aseguraba que, cuando Klee empezaba un cuadro, sentía “la agitación
que debió de tener Colón al descubrir un continente, entre un presentimiento
temeroso y la vaga sensación de encontrarse en el buen camino”.
[…] Klee pintó
mientras regímenes políticos de distinto signo se encadenaban en la Europa de
entreguerras, la inflación aumentaba y el antisemitismo avanzaba imparable.
“Klee no pudo mantenerse al margen de lo que sucedía alrededor. En su obra se
observa la voluntad de entender qué utilidad podía tener el arte en esas
circunstancias”, apunta el responsable de exposiciones de la
Tate Modern, Matthew Gale.
Klee. Walpurgis Night. 1935 |
Klee sabía en qué consistía
su misión. Para él, la pintura no era una evasión, sino casi un instrumento
visionario. Los artistas de la época, con los surrealistas a la cabeza, tenían
la misma fijación: encontrar los mundos paralelos que sospechaban que se
escondían tras la llamada realidad. A veces, de manera literal. Él experimentó
con el esgrafiado de óleo para averiguar qué se escondía bajo la superficie,
tal como haría otro electrón libre, Max Ernst, a través del frottage.
El arte tenía que servir para encontrar “la realidad detrás de las cosas
visibles”, en palabras del propio Klee. […] Klee nunca se ciñó a un estilo ni a
una escuela. “Su arte respondía a una visión propia e interna y no se enmarcó
en un grupo, como la mayoría de artistas de vanguardia. En ese sentido, se
trata de un personaje aparte dentro de las vanguardias, que trasciende su
período histórico. Por eso el eco de su obra sigue resonando hoy”, relata Gale.
Klee decía a sus
alumnos que pintar consistía en “sacar a la línea de paseo”. Puede que hubiera
algo más. Entre sus retículas dislocadas, prismas fragmentados y garabatos
angustiados se entrevé una lejana silueta: la del nuevo paradigma estético que
se impondrá tras la hecatombe bélica. Otra de sus citas lo deja todavía más
claro: “Un pintor no debe pintar lo que ve, sino lo que se verá”.
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