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Claude Monet |
El azul. El color conformista. ¡Qué
dócil es! ¡Qué disciplinado! El azul es un color muy moderado, que se funde con
el paisaje y no quiere llamar la atención. ¿Será ese carácter consensual lo que
lo ha convertido en la estrella, en el color favorito de los europeos? Durante
mucho tiempo ocupó un segundo plano, se lo desdeñaba, en la Antigüedad incluso
se lo despreciaba. Luego, como un hábil cortesano, supo imponerse, poco a poco,
sin enfrentamientos... Y ahí lo tenemos ahora, el rey de los colores. El color
de los plebiscitos, el más oficial. En Occidente se ha convertido en garantía
de conformismos: reina en tejanos y en camisas. ¡Si hasta se le ha confiado
Europa y la ONU! ¡No se puede negar que nos gusta mucho!
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Cy Twombly |
El rojo. El fuego, la sangre, el amor y el infierno. Con él no caben matices. A diferencia del timorato azul, el
rojo es un color orgulloso, lleno de ambiciones y sediento de poder, un color
que quiere dejarse ver y que está decidido a imponerse a todos los demás. Pese
a tanta insolencia, su pasado no fue siempre glorioso. Hay una cara oculta del
rojo, un mal rojo (como también se habla de "mala sangre") que ha
causado estragos a lo largo de los tiempos, una herencia aviesa cargada de
violencia y de furia, de crímenes y pecados. Desconfiad del rojo: este color
esconde su duplicidad. Es fascinante y candente como las llamas de Satanás.
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Joaquín Sorolla |
El blanco. En todas partes evoca la pureza y la inocencia. Es un tópico con más vidas que un gato: "¿El
blanco? -oímos decir a menudo-, ¡pero si no es un color!". Es verdad que
al pobre color blanco le cuesta que se le reconozca en su justo valor, y también
lo es que desde siempre ha sido objeto de una increíble intransigencia. Pues
nunca se está contento con el, siempre se le exige más, queremos que sea "más
blanco que el blanco". Sin embargo, este color es, sin duda, el más
antiguo, el más fiel, el que transmite desde siempre los símbolos más fuertes, más
universales, y el que nos habla de lo esencial: la vida, la muerte, y tal vez también
-a lo mejor por eso le tenemos tanta manía- un poco de nuestra inocencia
perdida.
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Auguste Renoir |
El verde. El que esconde bien su juego. ¡Menuda plaga! Todo el mundo se ha lanzado al verde: zonas verdes, números
verdes, clases verdes, precios verdes, tarjetas verdes, Partido Verde... Y en
Francia hasta han pintado las papeleras con este color, que se supone evoca la
naturaleza y la limpieza. ¡No insistáis! El símbolo es demasiado bello para ser
verdad, y haríamos bien en desconfiar de él, pues al contrario de lo que las
apariencias indican, el verde no es un color honesto. Es un tunante que, siglo
tras siglo, ha sabido esconder su juego, un artero responsable de más de un
golpe bajo, un hipócrita al que le gustan las aguas turbias, un color peligroso
cuya verdadera naturaleza es la inestabilidad. Algo que, en resumidas cuentas,
¡casa bastante bien con una época perturbada como la nuestra!
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Vincent van Gogh |
El amarillo. ¡Todos los atributos de la infamia! No es un color muy apreciado. En el mundillo de los colores, el
amarillo es el extranjero, el apátrida, el que suscita desconfianza y que
atribuimos a la infamia. Amarillo como las fotos palidecen, como las hojas
muertas, como los hombres que nos traicionan... De amarillo vestía Judas. Amarillo
era el color con que se denunciaba la casa de los fabricantes de moneda falsa.
Amarilla también era la estrella que marcaba a los judíos y los destinaba a la deportación...
No hay duda, ni la historia ni la fama del amarillo son buenas.
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Édouard Manet |
El negro. Del duelo a la elegancia. Noir c'est... pas noir! Negro es... no negro. Y lo lamento por la canción.
Es verdad que a este color hay que cogerlo con pinzas, como el carbón pero no
es tan uniforme ni tan desesperado, ni tan negro en definitiva como se
pretende. La prueba es que aunque permanece en los coches fúnebres y se oculta
en las últimas sacristías, también viste a los modernos. Ahora, elegancia
significa color negro. Pero aún hay más: con el blanco, su compadre, el negro
ha construido una imaginario aparte, una representación del mundo trasmitida
por la fotografía y el cine, y que en ocasiones resulta más verídica que la que
describen los colores. El universo del blanco y negro, que creíamos relegado al
pasado, sigue ahí, profundamente anclado en nuestros sueños y tal vez en
nuestra forma de pensar.
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Paul Klee |
Los semicolores. Gris lluvia, rosa intenso. Azul, rojo, blanco, verde, amarillo, negro... ¿Y luego? ¿Cuántos
colores? No se lo preguntéis al arco iris, que es un prestidigitador. Sólo nos
enseña lo que queremos ver. Los niños que buscan el tesoro al pie de sus rayos
bien lo saben: los colores se zafan en cuanto intentamos atraparlos, pues no
son más que una ilusión... Un color es un conjunto de símbolos y de
convenciones. Detrás de los seis colores de base viene la comparsa, los
semicolores (rosa, marrón, naranja, violeta, y el curioso gris) y un séquito
infinito de matices que no dejamos de inventar. La lección que extraemos es de
lo más divertida: un color sólo existe porque lo miramos. El color no es, en
definitiva, más que una producción del hombre.
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