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Camille Claudel. El vals |
La suya es una historia donde se entremezcla el talento con el amor y la locura con el arte. El nombre de Camille Claudel (Villeneuve-sur-Fère, 1864) ha trascendido al tiempo, muy a su pesar, más por ser musa y amante del escultor Auguste Rodin que por su talento artístico. Pero a diferencia de otros dúos musa-artista (Gala y Dalí, Modigliani y Jeanne Hébuterne), éste contaba con un ingrediente que lo hacía más apasionado si cabe: ambos eran creadores.
Hasta no hace mucho las sombras oscurecían las razones por las que Camille, tiempo después de romper con el gran amor de su vida y tras un periodo de enfermedad y encierro, pasó los últimos 30 años de su existencia internada y aislada del mundo a petición de su propia madre.
Recientemente han salido a la luz unos documentos que, aunque encontrados en el sótano de un asilo de París en 1995 por Philippe Versapuech, investigador en historia psiquiátrica, no se han hecho públicos hasta resolverse la batalla legal desencadenada por su propiedad. En ellos consta el diagnóstico realizado en su día por los doctores que observaron en la paciente delirios paranoicos. Pero entre esos papeles también se encuentran cartas de la propia Claudel que denuncian con extraordinaria lucidez la dureza de su confinamiento, su soledad y el odio creciente hacia quien fue su maestro y amante.
Auguste y Camille se encontraron por primera vez en 1883 cuando el escultor, entonces con 43 años, visitó el taller donde ella, de 19, trabajaba. A la joven le había costado mucho esfuerzo que sus padres, de origen modesto, aceptaran su vocación en un tiempo en que las cosas no eran fáciles para una mujer, menos si pretendía ser artista y aún peor si se decantaba por la escultura. Rodin (París, 1840) era un escultor de cierto renombre que ya había realizado El Pensador y tenía el encargo de crear Las puertas del infierno, inspiradas en la Divina comedia de Dante, para un museo de artes decorativas que nunca se llegó a abrir. El realismo de su trabajo contrastaba hasta tal punto con lo que críticos y artistas estaban acostumbrados que incluso le acusaron de haber moldeado la figura de una de sus obras, La edad de bronce, directamente sobre el cuerpo del soldado que había posado para él.
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Camille Claudel. Sakuntala |
Su devoción por el arte le llevó a matricularse a los 14 años en la Petite École, una escuela pública donde estudió Dibujo y Matemáticas. En tres ocasiones pidió ser admitido en la Escuela de Bellas Artes y otras tantas fue rechazado. Destrozado por la muerte de su hermana mayor, Marie, había decidido en 1862 ingresar en la orden de los Padres del Santísimo Sacramento, fundada por el padre Eymard. Fue éste quien alentó su vena artística y pronto su falsa vocación le devolvió a la vida laica. Poco después, en 1864, el mismo año del nacimiento de Camille, conocería a Rose Beuret, una costurera que se convertiría en su compañera para toda la vida, madre de su único hijo y vértice de un triángulo donde Camille Claudel era quien más tenía que perder.
Aquel primer encuentro en el taller, rodeada de figuras a medio terminar, el polvo flotando en el aire, vestida con el amplio jubón que utilizaba para esculpir, fue impactante para el ya maduro artista de barba rojiza y ojos miopes. Camille le deslumbró. "Una frente espléndida sobre unos magníficos ojos de un azul tan extraño que difícilmente se encuentra fuera de las portadas de las novelas", diría de ella su hermano, el escritor Paul Claudel, en 1951. Pero no sólo fue su belleza, le fascinó su obra. Nada más ver sus yesos descubrió en ella un alma gemela. Alguien que, como él, se zafaba del academicismo para liberar las figuras, dotarlas de movimiento y emoción, transformando poses clásicas en nuevas formas de poderosa vitalidad.
No pasó mucho tiempo antes de que Rodin le propusiera trabajar en su taller. La única mujer entre sus alumnos, rápidamente convertida en objeto de guiños y sonrisas, desde que se hizo evidente el magnetismo que ejercía sobre el maestro. Su rostro, su talle, sus formas, pronto fueron reconocibles en sus esculturas, para escándalo de su familia.
"Mi muy querida, caído sobre ambas rodillas ante tu precioso cuerpo que abrazo", le escribió Rodin a finales de 1884, principios de 1885. La pasión por el arte y por sus propios cuerpos les unió e inspiró obras como El eterno ídolo, El beso, La aurora y El pensamiento, firmadas por él; y Sakountala o el abandono, La edad madura y los bustos de Rodin, por ella. Robaban tiempo a sus vidas, quedándose un poco más tarde que los demás en el taller para poder estar solos hasta que en 1886 Rodin alquiló la casa conocida como Le Clos Payen o La Folie Neubourg. Allí establecieron un taller privado que, sin embargo, no fue un hogar común. Él nunca abandonó, quién sabe si obedeciendo a la ternura, al amor o a la culpabilidad, a quien fue su paciente y fiel compañera, Rose.
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Camille Claudel |
En su pequeño reducto de creación, ambos trabajaban de igual a igual. Pero fuera de esas cuatro paredes, ella era sólo la alumna de Rodin, o peor, su amante. Cada vez que exponía llegaban a sus oídos los comentarios de quienes veían detrás de esos desnudos la mano del maestro, no la creían capaz de crear por sí misma, pese a las palabras del artista: "Le he enseñado dónde encontrar oro, pero el oro que encuentre le pertenece a ella". En general, las críticas fueron positivas pero no vendía, no recibía encargos. Todo lo contrario que Rodin: en su taller los cinceles de sus ayudantes no descansan, es nombrado caballero de la Legión de Honor, expone junto a Monet, le piden un monumento a Victor Hugo y otro a Balzac...
Camille se sentía humillada, oscurecida por el genio de su mentor; quería demostrarse a sí misma y a los demás que era una mujer, sí, pero también una gran escultora. En 1894 se inicia un progresivo distanciamiento de la pareja que se convierte en una ruptura definitiva a finales de 1898. Ella era presa de los celos, artísticos y amorosos. Era consciente de que Rose siempre se interpondría entre ellos porque Rodin ni siquiera se planteó dejarla cuando estuvo embarazada de un hijo que nunca llegó a nacer.
Se estableció por su cuenta. Pasó unos años de febril dedicación a la escultura en los que apenas salía de casa, abandonada de sí misma y sufriendo penurias económicas. Finalmente cayó enferma, tanto que en diciembre de 1905 se organizó en París una última gran exposición con 13 de sus esculturas. Comenzó a sentir miedo, apenas comía por temor a ser envenenada y destruyó a martillazos sus propias obras. Eran los primeros síntomas de una demencia que tenía como eje de sus iras a Auguste Rodin, al que tanto amara.
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Camille Claudel. Clotho |
El 3 de marzo de 1913 moría su padre, Louis-Prosper Claudel, la única persona de su familia en la que Camille encontró algo de comprensión. Una semana después, el 10 de marzo, fue arrastrada fuera de su apartamento e introducida en una ambulancia. Su madre, Louise, había firmado los papeles para su internamiento en el sanatorio de Ville-Evrard ante la opinión médica de que sufría severos trastornos mentales que la hacían peligrosa para sí misma y para los demás. Hoy se sabe que, en su primer día de ingreso, el doctor Truelle le diagnosticó "una sistemática manía persecutoria" y "delirios de grandeza" por los que se creía víctima de "los ataques criminales de un famoso escultor", como consta en los documentos recientemente hechos públicos.
Rodin continuó con su labor creativa y cedió gran parte de su obra al Estado, donación con la que se creó el Museo Rodin que abriría sus puertas en 1919 y que en la actualidad conserva la mayor colección de las obras de Camille Claudel, 15 esculturas. El 29 de enero de 1917, Rose y Rodin se casaban después de compartir 53 años de sus vidas. Ella murió 16 días después de la boda y él, en noviembre de ese mismo año. Reposan juntos en Meudon (Francia), coronada su tumba por El pensador.
Camille vivió en la más extrema soledad ("Necesito ver a alguna persona que sea amiga"), ya que su madre solicitó que no se le permitiera recibir visitas ni mantener correspondencia. Así, en total abandono, con la mayor parte de su obra destruida por sus propias manos, olvidada por todos, murió en el sanatorio de Montdevergues, al que había sido trasladada en 1914, el 19 de octubre de 1943. "No he hecho todo lo que he hecho para terminar mi vida engrosando el número de recluidos en un sanatorio, merecía algo más".