Rosario Camacho. Bernini: Plaza de San Pedro
Esta plaza, que debía
albergar multitudes para recibir la bendición urbi et orbi, es un gigantesco instrumento de enlace entre la
ciudad y la basílica. En ella Bernini supo conectar funcionalidad, integración
espacial, efectos escenográficos y simbolismo, aspectos fundamentales del
Barroco.[...]
Concibió inicialmente
una plaza curva que arrancaba de la fachada, pero el obelisco colocado por el
arquitecto Fontana en 1585 condicionaba el espacio, pasando a un proyecto de
planta trapezoidal con arcadas, rechazado por falta de monumentalidad. En
1656 ya estaba definida la forma oval que permitía eliminar los ángulos
muertos facilitando la visión en perspectiva y se acomodaba mejor al carácter
ceremonial de este espacio.
Razones topográficas llevaron a diseñar una plaza
recta frente a la iglesia que, con su suave pendiente, levanta ópticamente la
fachada acercando la cúpula a los fieles. Sólo tras ella se pudo ensanchar el
espacio que quedó limitado por la pantalla porosa, de acertada forma oval,
formada por la columnata adintelada con cuatro columnas de fondo de orden
gigante, perfectamente alineadas y no excesivamente altas, rematadas por
estatuas, que crea la sensación de cerrazón visual. Su propósito era expandir
en el espacio de la plaza el núcleo plástico de la basílica, de modo que el pórtico
repite, como forma abierta, la forma cerrada de la cúpula, referencia que
adquiere calidad de horizonte. Proyectó un tercer brazo no construido que, obligando
a accesos oblicuos, aumentaría el efecto de sorpresa.
La plaza, centrada por
el obelisco, con su simbolismo cósmico acentuado por el del agua de las fuentes
que lo flanquean, se nos presenta como una metáfora de la Iglesia que acoge con
sus brazos abiertos a la comunidad de los fieles, manifestando el triunfo del
catolicismo.
Font: Rosario Camacho. Historia del arte, 3. Alianza Editorial, Madrid, 1997
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Marcello Fagiolo. Bernini: la columnata de San Pedro
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Marcello Fagiolo. Bernini: la columnata de San Pedro
La nueva espacialidad de la urbanística
barroca la inaugura precisamente Bernini. La Columnata de la plaza de San Pedro
no está pensada sólo como pórtico de la iglesia, sino como expansión de la
iglesia en la ciudad. […] La Columnata tiene una iconografía a medio camino
entre el círculo y la elipse (más exactamente es una forma oval determinada por
la unión de dos semicírculos separados): y en esta forma podemos ver una
especie de compromiso entre las dos teorías cosmológicas más importantes. La
forma del universo, desde los tiempos de Tolomeo (y la codificación más solemne
está en la Comedia de Dante) se había considerado circular. Después de
los primeros descubrimientos astronómicos, justamente en los albores del siglo XVII,
los científicos se repliegan prudentemente a la forma elípsoidal. Por tanto,
consciente o no, Bernini llega a conciliar, con su extraordinaria plaza, en el
nombre de Dios y de la Iglesia romana, las dos interpretaciones diferentes. No
rechaza la forma circular, pero no acepta plenamente la elipse.
[…] La Columnata no simboliza solamente un
abrazo de la iglesia a los fieles (ni tampoco es una mordaza ni unas tenazas):
no existe, en suma, una relación paternalista entre la Iglesia y los hombres;
más bien representa una comunión casi mística entre la ecclesia triunphans, la
‘iglesia triunfante’ simbolizada por la larga colección de santos de la
coronación, y la ecclesia militans, la ‘iglesia militante’, es decir, la
multitud de fieles orando en la plaza.
La Columnata (ante todo una vía cubierta para
proteger a los fieles de la intemperie) es un ‘baldaquino’ monumental, no
reservado ya sólo al emperador en majestad o al pontífice en procesión, sino -con
un sentido más católico- al pueblo entero. Un ‘baldaquino’ profano para todos
los perseguidos, próximo al ‘baldaquino’ sagrado levantado por el mismo Bernini
(en bronce en lugar de piedra) para coronar la tumba del santo patrono de Roma.
[…] El valor de la plaza se desdobla. Por un
lado está el abrazo simbólico de la basílica, casi una amplificación ideal del
espacio interno (sacro) hacia la plaza, en una bendición urbi et orbi (‘a
la ciudad y al mundo’); y los fieles representan Roma, pero también toda la
tierra. Por otro lado, la plaza es el corazón generoso que con un ritmo eterno
de sístole y diástole convoca a la tumba de San Pedro a la multitud de peregrinos
en las ocasiones ordinarias y en las extraordinarias (los jubileos). El mismo
Bernini, en una ‘memoria’ propia, afirma: «siendo la iglesia de San Pedro casi
la matriz de todas las demás, debería tener un pórtico que precisamente
pareciese recibir con los brazos maternalmente abiertos a todos los católicos
para confirmarlos en sus creencias, a los herejes para reconciliarlos con la
Iglesia, y a los infieles para iluminarlos en la verdadera fe.»
Bernini. Proyecto: el tercer brazo no se construyó |
Las estatuas de la Columnata son
importantísimas, y el propio Bernini realizó escrupulosamente los dibujos y los
modelos; no representan una simple decoración aérea o un almenado figurativo,
ni tampoco un añadido vano y accesorio. Cada estatua se dispone sobre una
columna: tenemos, por tanto, una enorme cadena de columnas conmemorativas,
traducción católico-apostólico-romana de un elemento pagano. Es el mismo
fenómeno que permite al rayo de sol petrificado y divinizado del obelisco
transformarse en el vástago de una cruz astil. Así, por la gracia de Dios y de
Gian Lorenzo Bernini, todos y cada uno de los elementos de la civilización
antigua (ya caduca) se adaptan al cristianismo (civilización perenne) y se
ambientan magistralmente en la Roma de los papas.
[…] La relación entre la Iglesia y la plaza,
entre santos y fieles se plantea de un modo totalmente nuevo. Ya no existe el
símbolo cerrado y abstracto. Hay en cambio una apertura festiva, alegre, nos
atreveríamos a decir popular; un diálogo constante y ‘a la par’ entre la
Iglesia y los fieles. Quizá podríamos comprender esta nueva forma de relación
solamente llevándola a la esfera del teatro y del espectáculo. El Bernini
director de teatro había conseguido demoler la barrera entre la platea y el
escenario, entre el mundo del arte y el público de los apasionados. La
representación ya no era un fenómeno ensayado y frío, puesto que ya no se
basaba en el hecho de destacar a los grandes actores que recitaban con complacencia
un gran texto. [...] No hemos sido nosotros los que hemos descubierto que esta
plaza es un ‘teatro’. Ya Carlo Fontana, en el Tempio vaticano, describe
la plaza como una «máquina teatral» y elogia el «bello orden teatral» de la
Columnata y recuerda las formas de los anfiteatros. [...] También el discutido
problema del ‘tercer brazo’ de Bernini puede considerarse como algo teatral. El
‘tercer brazo’ debía ser la entrada triunfal en la plaza, debía ser el palco de
honor para una vista sorprendente de la iglesia (el correspondiente a un ‘palco
real’ en el teatro). […]
Font: Fagiolo, Marcello: “Bernini. Una
introducción al gran teatro barroco”