El Greco, pintor que sintetiza las tradiciones de la pintura griega, el
color veneciano y el diseño romano, desarrolló una fantástica y cambiante
carrera artística en Creta, Roma y Toledo, ciudad donde transcurrió la mitad de
su vida. En España, el Griego de Toledo se convirtió en el artista más singular
de los reinados de Felipe II y Felipe III, asombrando por sus composiciones
complejas, sus colores brillantes, sus juegos de luces, sombras, transparencias
y reflejos, su capacidad naturalista en telas o celajes, su imaginación
desbordante a la hora de representar lo sobrenatural, su logro de dar vida a
las ficciones pictóricas. Nada semejante se había visto antes en España, y por
ello su arte complejo, intelectualizado y arrebatador causó asombro y admiración
pero también desasosiego y rechazo, sobre todo por su desprecio de ciertas
convenciones y la consciente exhibición de su valor y diferencia. El Greco creo
con sus pinceles un nuevo mundo de imágenes religiosas y una revolucionaria
forma de tratar y mostrar a los individuos divinos o terrenales, de tal fuerza
que hoy podemos fácilmente reconocerlo como propio del Griego de Toledo.
El Greco. Inmaculada |
Nacido en la capital de la isla de Creta, territorio de la República de
Venecia, en el seno de una familia griega, pero probablemente de religión
ortodoxa más que católica, y cuyos miembros trabajaban como colaboradores del
poder colonial, se formó como pintor de iconos siguiendo los dictados de la
tradición artística tardobizantina, para asimilar parcialmente –gracias al uso
de grabados italianos- algunas de las fórmulas del Renacimiento, que incorporó
de manera aislada. En 1563 era ya maestro de pintura y en 1566 solicitaba
permiso para que se le tasara un icono de la Pasión, para poder venderlo en
lotería; en 1567 pasó a Venecia donde residió hasta 1570 y donde, más que ser
discípulo de Tiziano, pudo aprender su estilo desde fuera de su taller; allí se
afianzó lentamente en el dominio del arte occidental de Renacimiento véneto, en
su empleo del color, la perspectiva, la anatomía y la técnica del óleo, aunque
sin abandonar por completo sus usos tradicionales. Tras un viaje de estudios
por Italia (Padua, Vicenza, Verona, Parma, Florencia) se instaló en Roma, donde
permaneció hasta 1576-1577, en contacto con el círculo intelectual del Cardenal
Alessandro Farnese -que frecuentaban diversos religiosos y hombres de letras
españoles- e inicialmente estuvo alojado en el ático de su palacio. En 1572 fue
expulsado de la servidumbre del Cardenal e ingresó, con derecho a abrir su
propio taller, en la asociación gremial romana, la Accademia di San Luca,
trabajando preferentemente desde entonces como retratista y en pequeñas obras
religiosas para clientes particulares, en un estilo mucho más italianizado y
avanzado; no obstante, no debió conseguir éxitos de envergadura, por lo que
decidió emigrar.
El Greco. Antonio de Covarrubias |
Desconocemos las razones -es sólo una hipótesis su interés por entrar al servicio
de Felipe II, con ocasión de la obra decorativa del monasterio del Escorial- de
su viaje a España, donde se encontraba ya en la primavera de 1577, en Madrid y
luego en Toledo, donde contrataría con la catedral y el monasterio de Santo
Domingo el Antiguo los primeros lienzos aquí documentados, el Expolio para
aquella y tres retablos para éste. Consigo trajo y con él vivió hasta su muerte
un joven ayudante italiano, Francisco Prevoste; en 1578 nació su hijo Jorge
Manuel Theotocópuli (la forma italianizada de su apellido que usaron en
España), fruto de unas relaciones efímeras con Jerónima de las Cuevas, mujer
que procedía del medio artesanal toledano.
Desde esta fecha, Doménico "El Griego" reside en Toledo, de donde
saldrá en escasas ocasiones, siempre por motivos laborales. Su vida transcurre
sin pasar por episodios señalados, si descontamos sus nueve pleitos
documentados, incoados por él mismo o por algunos de sus clientes, ya fuera a
causa del valor y precio por el que se tasaban sus lienzos o por las quejas, de
orden técnico o por razones iconográficas, que levantaron algunos de ellos,
como el propio Expolio o la Virgen de la Caridad de Illescas, al inicio y final
de su carrera.
El Greco. Santiago el Mayor |
Tras ver rechazado en 1584, por Felipe II y la congregación jerónima
escurialense, su encargo regio del Martirio de San Mauricio, para uno de los
altares de la basílica, el Greco amplió su taller, iniciando la producción de
retablos -no sólo de lienzos- para conventos y parroquias de la ciudad y del
arzobispado toledano, así como de cuadros de dimensiones reducidas para una
clientela de carácter privado más que institucional. Naturalmente, sus principales
trabajos consistieron en la ejecución global de retablos para monasterios,
parroquias y capillas, sucediéndose los de la parroquia de Talavera la Vieja
(Cáceres), la Capilla de San José y la Capilla del Colegio de San Bernardino de
Toledo, el Colegio de la Encarnación o de doña María de Aragón en Madrid, la
iglesia del Hospital de Nuestra Señora de la Caridad de Illescas, la Capilla
Ovalle de la parroquia de San Vicente Mártir o los del Hospital de San Juan
Bautista o Tavera, también de Toledo, que dejó sin acabar a la hora de su
muerte. Contrató, a veces con su hijo, otros muchos que nunca llegó a ejecutar,
como el del monasterio regio de Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres).
En algunas de estas últimas obras, el Greco tendió a proyectar de forma altamente
innovadora conjuntos artísticos plurales, en los que se combinan las
esculturas, la arquitectura de los retablos con sus lienzos y otras telas
empotradas en muros o bóvedas, concibiéndolos como complejos sistemas formales
y visuales que debieron producir -hoy es difícil encontrar alguno en su estado
original- efectos fascinantes. Proyectó, por lo tanto, obras de escultura y de
arquitectura, disciplina ésta que le interesó vivamente a lo largo de su
carrera española y en la que, a pesar de no diseñar ningún edificio, adoptó una
postura de franca oposición a los postulados locales contemporáneos, marcados
desde la corte por el arquitecto real Juan de Herrera y, en Toledo, por sus
fieles seguidores.
El Greco. El Cardenal Tavera |
En un ambiente refinado, probablemente gastando más de lo que ingresaba por
su trabajo, y rodeado por la intelectualidad académica toledana y un breve
grupo de amigos italianizados y helenistas, el Greco murió sin dejar testamento
el 7 de abril de 1614 dejando una obra elogiada por los poetas culteranos Luis de
Góngora y Fray Hortensio Félix Paravicino, y coleccionada por los entendidos en
el arte de la pintura; también disfrutó en vida y dejó fama de
"extravagante", singular y paradójico por su pensamiento teorético y
su estilo personalísimo, fácilmente reconocible como suyo, mitificado por sus
colegas a causa de sus tentativas por la dignificación social de la profesión
pictórica, criticado también por los más intransigentes teóricos
contrarreformistas por sus licencias formales e iconográficas, quienes rechazaban
su desmedido interés por los aspectos superfluos, formalistas, de sus obras y
el carácter inapropiado de sus realizaciones religiosas desde el punto de vista
funcional más importante para la época, que incentivaron en el espectador
cultivado los deseos de rezar, como señalara en 1605 el historiador jerónimo
del Escorial Fray José de Sigüenza.
El Greco. La Visitación de la Virgen |
Su arte, repudiado por la Ilustración dieciochesca, fue redescubierto por
los románticos y los pintores franceses del siglo XIX, que produjeron una
interpretación concordante con sus propios intereses, iniciándose por parte
española la apropiación españolista del hasta entonces tenido por un griego
discípulo de Tiziano; también el interés general por la pintura de Velázquez
hizo volver los ojos hacia el candiota, el único precedente del sevillano
realmente original que se vio en la historia de la pintura española; la
Generación del 98 lo entendió como representación del espíritu religioso
español del Siglo de Oro, en relación estrecha con los más altos hitos de la cultura
religiosa, en su vertiente literaria, de la época: la mística de Santa Teresa
de Jesús y San Juan de la Cruz; las corrientes pictóricas de comienzos del
siglo XX lo vieron como un precedente de sus propias preocupaciones
expresionistas, subjetivistas y atormentadas, libres y opuestas a la imitación
servil y mecánica de la realidad.
En la actualidad, la interpretación de la pintura del Greco se encuentra en
pleno proceso de renovación y debate; han sido puestas en entredicho su
vinculación con la espiritualidad de los carmelitas descalzos y su
identificación con los valores hispanos, al subrayarse su italianismo artístico
y cultural, sobre un estrato griego, y el carácter filosófico de su arte,
centrándose en su interés por la función formal y embellecedora del mismo como
medio de conocimiento de la naturaleza. Frente al artista místico y arrebatado,
ha surgido la figura del pintor esteticista e intelectual, filósofo, que se
tuvo a si mismo por "genio", ajeno a las preocupaciones de los devotos
y eruditos contemporáneos, bien al servicio voluntario de los intereses de la
Contrarreforma católica vigente en la España de Felipe II y Felipe III, de la
que se habría convertido en perspicaz intérprete, o bien ajeno a este tipo de
problemas y, por lo tanto, dedicado en exclusiva y a contracorriente al
desarrollo de una pintura personal y formalista, de acuerdo con sus propios
postulados teóricos relativos al arte, que dejó en forma de anotaciones
personales en libros de su rica biblioteca, como en los márgenes de las
"Vidas" de Giorgio Vasari y del "Architettura" de Vitrubio.
Este abanico de posibilidades constituye una respuesta lógica a este personaje,
que ya en su tiempo era considerado como singular y paradójico, y demuestra el
interés que sus realizaciones han despertado entre críticos e historiadores del
arte y la cultura, como en cualquier espectador que se aproxime a sus obras y
experimente la atracción y el desconcertante efecto de sus lienzos.
Font: Fernando Marías. http://elgreco2014.com/es/greco.html
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada