Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he vislumbrado el de Carlos V.
Delfín Agudelo: Te refieres al retrato realizado por Tiziano.
R.A.: Sí, al famoso retrato ecuestre de Tiziano que para mí muestra de manera exquisita la culminación, la dureza y la soledad del máximo poder. Si un hombre ha sido poderoso en el mundo moderno, quizá junto con Napoleón, ha sido Carlos V. Tiziano quiere pintarlo con la máxima dignidad, por eso recurre a la tradición del retrato ecuestre, que en el siglo XV habían ya trabajado escultores como Verrochio, siempre siguiendo el modelo del retrato ecuestre de Marco Aurelio que se encuentra en Roma, en el que el emperador filósofo se mostraba con una máxima dignidad. Siguiendo esa tradición, Tiziano hace la que podría ser considerada la obra maestra en la pintura del retrato ecuestre. Pero al mismo tiempo advertimos ya en el rostro del emperador una sensación de cansancio, casi agotamiento, que parece preludiar la decisión que tomará ya no muy lejos del momento en que Tiziano hizo ese retrato, que es esa decisión de abandonar el poder en vida, de retirarse a un monasterio y dedicarse a los engranajes de relojes y a la construcción de éstos. Creo que ahí Tiziano, como maravilloso pintor que era, sabe captar el punto máximo de un poder que quiere exteriorizar la dignidad, pero de un poder que está ya demacrado, cansado y agotado.
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