[…] Al principio Andy Warhol se dedicó a la publicidad, a ilustrar
revistas y a dibujar anuncios de zapatos, pero hubo un momento en que ante una
botella de cocacola, un bote de sopa, un billete de dólar y el rostro de Marilyn
tuvo una primera revelación. Pensó que ciertas figuras y productos comerciales
eran los verdaderos iconos de la vida americana y había que introducirlos en el
territorio sagrado de la cultura y del arte. El pop-art que acababa de
inventar necesitaba un fundamento filosófico y con gran desparpajo lanzó al
mundo este manifiesto: la cocacola iguala a todos los humanos. "En América
los millonarios compran esencialmente las mismas cosas que los pobres. Ningún
dinero del mundo puede hacer que encuentres una cocacola mejor que la que está
bebiéndose el mendigo en la esquina. Todas las cocacolas son la misma y todas
son buenas. Liz Taylor lo sabe, el presidente los sabe, el mendigo lo sabe y tú
lo sabes".
Su filosofía de la superficie de las cosas se presentó en sociedad en
1954, en una exposición de la galería Paul Bianchinni, en el Upper East Side,
titulada El Supermercado Americano, montada como una tienda de
comestibles con pinturas y pósters de sopas, carnes, pescados, frutas y
refrescos, mezclados con esas mismas mercancías auténticas en los estantes. La
diferencia estaba en el precio. Un bote de sopa valía dos dólares en la
realidad y costaba dos mil en la representación. Hoy un dólar es un dólar, pero
si el billete está pintado por Warhol vale en una subasta seis millones de
dólares.
Andy siguió añadiendo al arte más iconos de la vida americana, la
silla eléctrica, el revólver, las cargas de la policía contra los manifestantes
de los derechos humanos, los coches, los botes de sopa Campbell, los rostros de
las celebridades de Hollywood, mientras a su alrededor se iba condensado un
grupo de seres extraños, que eran mitad cuerpo humano real y el resto ficción o
decoración. Todos revoloteaban alrededor de su estudio, la famosa Factoría, en
la Calle 47 y la Séptima Avenida, empapelado por entero con papel de aluminio.
[…]
Font: Manuel Vicent. El País, 24 de Abril de 2010.
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