Uno de
los documentos más conmovedores, a la par que lúcidos, sobre la creación
artística son las cartas enviadas durante años por Vincent van Gogh a su
hermano Theo. [...} En
algunas ocasiones, las misivas a Theo por parte de Vincent son pequeñas obras
maestras de la confesión literaria, y, en otras, reflexiones bien precisas
sobre la tarea del pintor, un ámbito que en Occidente es particularmente
fecundo a partir de artistas como Piero della Francesca y Leonardo da Vinci.
En las
cartas a Theo no faltan referencias a la misión moral del arte o a la relación
de la pintura con otras esferas artísticas, singularmente con la música,
destino final, en opinión de Vincent van Gogh, de todo arte. Con todo, quizá el
apartado en el que Van Gogh insiste más es en el que hace hincapié en las
condiciones concretas, físicas, que acompañan a la realización de una obra.
Pocos artistas han sido tan minuciosos a la hora de describir las circunstancias
cotidianas que se proyectan en la ejecución de una pintura.
Vincent
le explica a su hermano con todo detalle la materia prima de la vida que quiere
captar en sus cuadros. Desea ser un “pintor de campesinos” o un “pintor de
mineros”, no en el sentido de pintar representaciones de unos u otros, sino en
el de registrar la existencia interna de las cosas. A Van Gogh le interesa la
genealogía del agotamiento en un grupo de mineros o la prehistoria de las
arrugas en la cara de un leñador del mismo modo en que le interesa la luz de
las horas o los motivos del color. Con más contundencia: el color o la luz no
son importantes si no en función de mostrar aquellas arrugas o aquel
agotamiento. [...]
En las
cartas a Theo, Vincent prescinde de las digresiones esteticistas para
circunscribirse a la violenta pelea que es la pintura. Para describir su cuadro El café de
noche, pintado en Arlés con dos versiones
distintas, Van Gogh escribe: “He intentado expresar con el rojo sangre y
amarillo sordo, un billar verde en medio, cuatro lámparas amarillo limón con
irradiación naranja y verde. Hay por todas partes un combate y una antítesis de
los verdes y los rojos más diferentes”. Lucha, combate: son las palabras más
empleadas por Vincent cuando trata de explicarle a su hermano en qué consiste
su pintura, tanto cuando está en Holanda o en París como cuando, al final de su
vida, se traslada a Provenza.
En las
cartas también queda claro que a Van Gogh no le interesa elpaisaje tal
como normalmente hablamos de este término en pintura. Lo que le interesa es el
trasfondo moral del paisaje, sea el paisaje “con figuras”, sea algo más
excepcional y que marcará su talento como artista: el paisaje “sin figuras” que
en sí mismo se convierte en expresión de la condición humana. Pocos pintores
han logrado trasladar con tal fuerza las emociones a la naturaleza proponiendo
una síntesis de cosmología y psicología. Para Van Gogh, un paisaje es un
retrato y, a menudo, un autorretrato. […]
Font:
Rafael Argullol. Al aire libre. El País 26 de julio de 2007
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