La cúpula de la catedral
de Florencia fue construida hace 600
años por Brunelleschi utilizando una técnica constructiva tan ingeniosa e innnovadora
que aún hoy sigue sorprendiéndonos.
22 de març 2016
19 de març 2016
El Bosco. El jardín de las delicias. Museo del Prado
7 de març 2016
Van Gogh. Cuervos. Akira Kurosawa. Año 1990
Música: Frédéric Chopin. Preludio nº 15 en Re bemol mayor
19 de febr. 2016
Georges de La Tour. Manuel Hidalgo y Antonio Muñoz Molina
![]() |
De La Tour. La buenaventura
|
[…]
Georges de La Tour nació en Lorena, en 1593, en el pueblo bajo mando episcopal
de Vic-sur-Seille, segundo de siete hermanos. No se sabe nada sobre cómo el
hijo de un panadero pudo formarse y llegar a ser pintor, pero el caso es que,
en 1617, se casó en Lunéville con una noble llamada Diane Le Nerf e inició una
gran carrera bajo el mecenazgo del duque Enrique II de Lorena, que era fan de
Caravaggio.
La
Tour, en los años siguientes, no paró de recibir encargos de los ricos de
Lunéville, fue pintor oficial del duque, se hizo millonario, se construyó una
estupenda casa y comenzó a tener hijos hasta un total de 10. Todo se estropeó
cuando los franceses asolaron la ciudad en 1638.
![]() |
De La Tour. El tramposo del as de tréboles
|
La
etapa nocturna se caracteriza por un intenso recogimiento, por una evidente
espiritualidad, por una geometría estática de masas y de colores y, sobre todo,
por el persistente e inconfundible recurso del pintor a iluminar a sus
personajes y sus escenas mediante la fuente de luz de una vela. Esa vela (o
palmatoria, o lo que sea) la suele colocar con frecuencia en el centro del
cuadro, alguien la tapa en parte con su mano (o no) y la luz que despide hace
resplandecer rostros y amplias zonas de ropa mientras que el resto de la tela
permanece en penumbra o en la completa oscuridad. Éste es el estilo de La Tour
que aprendemos a conocer y reconocemos.
![]() |
De La Tour. El recién nacido
|
[…]
La Tour pintó no pocas obras religiosas -bíblicas, evangélicas y de santos-,
pero los críticos -y también Malraux- han hecho notar siempre que -con la
excepción de algún santo- las figuras y las escenas religiosas no están tan
sublimadas como acostumbramos a ver, confundiéndose con personas y hechos que
podrían ser bien corrientes. ¿Por qué ese recién nacido es o ha de ser Jesús?
¿Por qué esa atractiva muchacha meditabunda es o ha de ser María Magdalena?
[…]
Después de una fructífera estancia de varios años en París, alojado en el
Louvre y protegido por el rey Luis XIII, Georges de la Tour regresó a Lunéville
en 1641, incrementando su dedicación a la pintura religiosa y aumentando su
prestigio. Una epidemia de peste acabó con la vida de su mujer el 15 de enero
de 1652 y, a los 15 días, con la suya
***
Georges de La Tour. La
Magdalena penitente
![]() |
De La Tour. Magdalena penitente |
El drama de luz y tinieblas de Caravaggio, Georges de La
Tour lo convierte en serenidad y contemplación. Una llama vertical asciende de
una lámpara y baña parcialmente con su luz aceitosa la habitación en sombras en
la que una mujer joven apoya la cara pensativa en una mano mientras posa la
otra sobre la calavera que tiene en el regazo. Sobre la mesa, junto a la
lámpara, que es un vaso de cristal con esa transparencia que sólo hemos visto
pintada en Velázquez, hay unos libros, un objeto que sólo si se mira con cuidado
se ve que es una cruz, un látigo hecho con una soga, tampoco muy visible,
porque se pierde pronto en la oscuridad. El látigo, la cruz, son los emblemas
ortodoxos de la penitencia. La luz es la fugacidad de la vida; la calavera, el
recordatorio de la cercanía de la muerte; los libros cerrados, la vanidad del
conocimiento humano.
Otros pintores representan a la Magdalena azotándose,
juegan con el contraste entre la belleza de su carne joven y las telas de saco
o las pieles ásperas que la cubren a medias, en grutas o parajes
convenientemente desérticos. Georges de La Tour reduce al mínimo el vocabulario
obligatorio de la representación para concentrarse en la plenitud de la
presencia, en una contemplación ensimismada que es la de esa mujer en la
habitación en la que sólo arde una llama y la que se nos contagia a nosotros
cuando miramos el cuadro, examinando el modo en que esa luz toca cada
superficie, la piel joven, el pelo tan liso, la camisa blanca, los dedos, las
uñas, el hueso de la calavera, la soga, el contraste entre el máximo de
claridad y los grados diversos de penumbra, y luego de negrura.
Font: Antonio Muñoz Molina
23 de gen. 2016
Rafael Argullol. El llibre i el lleó
![]() |
Niccolà Colantonio |
Cada tarda el lleó
penetrava a la cova i s’apropava al seu benefactor. Durant el dia el lleó havia
vagarejat pel desert, a la recerca d’aliment, o sense altra missió que
travessar la silenciosa bellesa de la vida. Si era necessari no defugia el
combat i, després, anava a netejar-se el morro a les clares aigües del riu.
Però, fossin com fossin els seus matins, en insinuar-se el capvespre tenia el
desig d’anar a trobar el seu benefactor.
![]() |
Vincenzo Catena |
Al seu costat les nits
transcorrien sempre iguals, sobretot a l’hivern, quan el foc que il·luminava el
fons de la cova projectava a la paret les dues figures. L’home, cobert amb una
tela tosca, romania interminables hores davant dels seus pergamins. Era ja
d’edat avançada però tenia la mirada viva i el pols ferm en el moment
d’escriure. De tant en tant interrompia la seva tasca i, inclinant-se una mica,
acaronava la cabellera del lleó. Aquest esperava pacientment als peus de
l’anacoreta i quan, per fi, la carícia es produïa experimentava una sensació
intensa que apaivagava tota la seva ferocitat. Oblidava les lluites i caceres
del matí i es deixava perdre en aquella pau amistosa.
![]() |
Albrecht Dürer
|
Aleshores,
inevitablement, tornava a la memòria del lleó aquell migdia encès per un sol
blanc en què la seva arpa ferida sagnava amb abundància. S’havia clavat una
enorme punxa i, per més que es debatia, no trobava la forma d’arrencar-se-la.
Enmig d’aquest turment va fer la seva aparició un home que parlava en veu alta,
distret, ignorant de la presència del lleó ferit. L’home dirigia les seves
paraules al cel. De sobte, va advertir la proximitat de l’animal; no obstant
això, lluny d’espantar-se, com feien els homes quan es trobaven amb lleons, es
va quedar molt quiet. Després, amb un mig somriure, li va dir coses que
semblaven amables. Veient tranquil l’home, també el lleó ferit es va
tranquil·litzar, i en demanar-li que aixequés l’arpa el felí ho va fer sense
cap por. L’home va passar molta estona furgant acuradament en la ferida fins
que va aconseguir extreure la punxa. Immediatament va sentir un gran
alleujament i, en aixecar-se el seu benefactor, el lleó el va acompanyar fins a
la gruta en la qual vivia.
![]() |
Rogier van der Weyden
|
Així van transcórrer
els dies i, després, els anys. El seu benefactor no disminuïa la seva
perseverança i els seus manuscrits es multiplicaven fins a convertir-se en un
llibre enorme. L’home va envellir, fins que la seva prima carn gairebé va
quedar despresa de l’esquelet, treballant sempre amb tenacitat, de l’alba a la
foscor. El lleó també va envellir, al mateix ritme que el seu benefactor, fins
que la mort va irrompre a la cova. Primer va morir l’home i la seva cara va
quedar dibuixada amb faccions serenes. En veure el rostre ja sense vida del seu
amic, al lleó li va semblar -amb l’indesxifrable pensament dels lleons- que
havia complert finalment amb la seva tasca. La fera va sortir fins a la porta
de la cova per contemplar el desert per darrera vegada, i després va jaure al
costat del seu benefactor, de la mateixa manera que ho havia fet al llarg de
tants anys i, com un lleó feliç, va lliurar-se a la mort.
El gran llibre, l’obra
de tant temps i de tants afanys, va ser el testimoni mut de l’escena.
22 de gen. 2016
Félix de Azúa. El arte después de la muerte del arte
Este breve curso, impartido por Félix de Azúa, relata de manera clara y sin tecnicismos cuál ha sido el recorrido de
las artes en los últimos doscientos años, desde la revolución francesa hasta
nuestros días.
9 de des. 2015
Morandi. Antonio Muñoz Molina
[...] Las historias de artistas y escritores, desde el
Romanticismo, suelen acentuar el heroísmo de la desmesura: la vida de Morandi,
igual que su pintura, parece la búsqueda obstinada del mayor grado posible de
limitación. No solo vivió en Bolonia toda su vida sino que además no cambió de
domicilio desde que era niño. El
mayor viaje formativo de su juventud lo hizo a Florencia, que estaba a poco más de una hora de tren.
Probablemente la mayor influencia moderna que recibió fue la de Cézanne, pero
la primera vez que viajó a París, ese destino obligatorio de cualquier artista
de entonces, tenía sesenta y seis años. En Florencia, los volúmenes austeros y
los colores amortiguados de los frescos de Giotto y Masaccio le dejaron una
influencia que iba a durarle toda la vida. Muchas veces, pintado al óleo,
Morandi elige tonos tenues, incluso apagados, que se parecen a los de los frescos
deteriorados por los siglos en las iglesias de Florencia. Y esas botellas, esas
aceiteras y jarras, se yerguen en un espacio despojado como santos de Giotto,
como figuras cubiertas por mantos y togas en los frescos de Masaccio y de Piero
della Francesca.
[...] Decía el físico Richard Feynman que no hay nada que
mirado con algo de atención no pueda resultar apasionante. Como un científico
que ahonda durante muchos años en un ámbito muy reducido de la experimentación,
o un músico que explora las posibilidades de un tema musical breve y muy
simple, Morandi resume el mundo no
ya en su ciudad natal o en la casa donde ha vivido siempre, sino, más limitadamente aún, en una mesa común de
cocina, sobre la que se agrupan, se separan, se cambian de disposición, unos
cuantos objetos. El efecto es como el de ese gusano o esa abeja o mariposa que
en un poema breve de Emily Dickinson comprime todo el espectáculo de la
naturaleza. En una foto célebre se ve a Morandi, ya viejo, vestido con
formalidad, observando algo con las gafas levantadas sobre la frente, con una
expresión absorta y un aire como de asombro y de capitulación, como
reconociendo que después de tantas tentativas, de tantas horas, de tantos años,
el misterio de la presencia visual de las cosas siguiera siendo inabordable.
[...] Con los años, Morandi se fue emancipando de la
rotundidad de Cézanne, o más bien se aproximó a lo que había hecho Cézanne con
las acuarelas y los dibujos. Las figuras primero se despojan de peso y luego
van perdiendo el volumen, igual que el espacio ya no ofrece la ilusión de la
profundidad. La mesa no es una superficie plana y definitiva, sobre la cual se
asientan firmemente las cosas, sino una franja de color o un horizonte brumoso.
Eso tan cercano es una gran lejanía. Lo concreto y tangible se disuelve en
veladuras como sombras, en extensiones delicadas de materia que le hacen a uno
pensar en otro místico y otro recluso, Mark Rothko. Pero lo contenido de la
escala lo mantiene todo a ras de tierra, en el ámbito atemperado de lo familiar
y de los saberes prácticos y poéticos del oficio. [...]
Subscriure's a:
Missatges (Atom)