15 d’ag. 2012

«COSA MENTALE». Simon Leys


Vasari, cuando describe la manera en que trabajaba Leonardo da Vinci en La última cena en el refectorio de Santa Maria delle Grazzie, cuenta que el prior se irritaba por los largos intervalos de inacción que se permitía el pintor; pues ocurría, en efecto, que éste se pasaba medio día contemplando la pared sin tocar sus pinceles. El prior, que hubiera querido ver a Leonardo trabajando sin parar como lo hacían los jardineros que labraban su huerta con la azada, finalmente pidió al duque Sforza que instara al artista a apresurarse un poco. El duque preguntó, pues, a este último sobre las razones de su lentitud; sabiendo que se las tenía que ver con un ser superior, Leonardo se mostró totalmente dispuesto a explicar los secretos del arte de pintar: «A menudo los hombres de genio hacen mucho más cuanto menos actúan, pues tienen que meditar acerca de sus invenciones y madurar en su espíritu las ideas perfectas que expresarán posteriormente reproduciéndolas con sus manos».

Loquats and Mountain Bird. Song Dynasty
Esta frase parece sacada de uno de esos tratados que los pintores chinos han escrito sobre su arte, y el relato de Vasari podría ser emparejado con un pasaje de Zhuang Zi: un príncipe quería mandar realizar unas pinturas en su palacio; una multitud de pintores respondió a su invitación y, tras haberle presentado sus respetos, se afanaron enseguida delante de él, limpiando sus pinceles y desliendo su tinta. Sólo uno, no obstante, llegó después de todos los demás; sin apresurarse, saludó al príncipe de pasada, luego desapareció entre bastidores. Intrigado, el príncipe encargó a un servidor que fuese a ver qué hacía. Regresó el servidor, todo perplejo: «Ese individuo se ha desvestido y está sentado medio desnudo, sin hacer nada». «¡Magnífico—exclamó el príncipe—, éste es el adecuado; es un verdadero pintor!».

Los chinos consideran que «pintar es sobre todo difícil antes de pintar», pues «la idea debe preceder al pincel». Por eso la noción de que la pintura es una «cosa mentale» ha sido siempre evidente para ellos. En Occidente es, por el contrario, la definición de Jackson Pollock, «painting is something physical» [pintar es algo físico], la que parece haber tenido un mayor predominio. En la pintura occidental, en efecto, es relativamente raro que la obra constituya la simple proyección de una visión interior preexistente; mucho más a menudo, la pintura resulta de un diálogo, incluso de un cuerpo a cuerpo que el artista emprende con la tela; situación perfectamente descrita por el axioma de Dufy: «Hay que saber dejar la pintura que se quería hacer en favor de la que se hace». [...]

Font: Simon Leys. La felicidad de los pececillos. El Acantilado. 2011

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