Araña. Bourgeois es conocida por sus esculturas de
arañas gigantes de metal que representan, en realidad, la figura simbólica de
la madre. Una de ellas, Mamá, vigila a los visitantes del Guggenheim de Bilbao.
Biográfica. Su
obra es reflejo fiel de su vida. “Mi autobiografía son mis obras. Todo lo que
creo viene de algo personal, de algún recuerdo o experiencia emocional”, dijo.
[…]
Doméstico.
Piezas a base de camas, armarios, ropa, conforman su especial universo.
Habitaciones, confesionarios, la cama de los padres, todo un intimista universo
doméstico.
Escultora.
Bourgeois realizó esculturas en todo tipo de medios. Grandes instalaciones
claustrofóbicas y pequeñas piezas tejidas, con ellas conformó una importante
producción que le ha convertido en una de las escultoras clave del siglo XX.
Feminista. Si
bien su madre era feminista y socialista, ella hizo declaraciones
contradictorias sobre el tema: “Mi feminismo se expresa mediante mi profundo
interés en lo que hacen las mujeres, pero no por ello dejo de ser una solitaria
empedernida”, dijo.
[…]
Infancia.
Marcada por la relación de su padre con su niñera, el trauma de este episodio
se refleja en su trabajo: “Mi infancia nunca ha perdido su magia, su misterio,
su drama. Mis trabajos de los últimos 50 años tienen su origen en mi niñez”.
Jóvenes.
Todos los domingos Bourgeois abría las puertas de su casa y muchos de los
visitantes que allí acudían eran muy jóvenes: “Siempre he sentido fascinación
por la gente joven. Es muy enriquecedor”.
Kierkegaard. La
artista afirmó sentirse próxima a los existencialistas. Amante de los escritos
de Camus, Sartre y Kierkegaard, nos dijo: “Me interesa la existencia, el
sufrimiento y cómo evitarlo”.
Léger.
Alumna de Fernand Léger, trabajó con él en París, a principios de los años 30,
mientras estudiaba matemáticas en la Sorbona. De él declaró a El Cultural: “Fue
Léger quien me dijo al ver mis dibujos que yo quería ser escultora”.
Miedo.
Ella misma confesó sentirlo por su padre y, como todos sus traumas, lo reflejó
en su obra. “Mi escultura me permite revivir mi miedo, darle cuerpo, de modo
que pueda alejarme de él”, aseguró.
Nueva York.
Allí se trasladó en 1938, cuando contrajo matrimonio con el historiador del
arte Robert Goldwater. Pero no fue hasta 1982 cuando el MoMA le dedicó su gran
retrospectiva. La sensación de exilio siempre la acompañó.
Olvidar para recordar. “Mis obras -decía- son una
reconstrucción del pasado. En ellas el pasado se ha vuelto tangible; pero a la
vez están creadas con el fin de olvidarlo”.
Padre. Su
recuerdo sobrevuela toda su obra y protagoniza una de sus piezas míticas, La
destrucción del padre (1974). La relación amorosa
de éste con Sadie, institutriz de la artista, le producía un gran sufrimiento:
“En sueños, llegué a imaginar que devorábamos a mi padre”.
[…]
XX. Es el siglo
que conquistó para convertirse en una artista aparte. Creció con el
surrealismo, alcanzó la independencia junto al expresionismo abstracto y
reapareció en la estela del minimalismo. Con ellos tuvo un diálogo pero su
trabajo trasciende más allá.
Yeso,
látex, goma, madera, bronce, todos le valían en sus piezas, aunque reconocía:
“No estoy interesada en los materiales, están ahí para servirme”.
Zurcir brindó a Bourgeois sus primeras habilidades
artísticas desde niña. Las bobinas de hilos eran metáfora de protección y las
agujas simbolizaban la idea de feminidad. “La aguja se utiliza para reparar el
daño. Es una petición de perdón. Nunca es agresiva, no es un alfiler”, aseguró.
Font: El cultural.
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