2 de febr. 2012

La Torre Eiffel. Bertrand Lemoine


Si la estatua de la Libertad y la cúpula del Observatorio de Niza ya constituyen dos proezas técnicas, la torre Eiffel marca la culminación de la carrera del gran constructor. La construcción de la torre Eiffel se inscribe obviamente en el marco de la Exposición Universal de 1889. Esta manifestación, destinada a celebrar el centenario de la Revolución francesa, surgió en el contexto de crisis económica y de inestabilidad política de los años 1880. La idea de una nueva Exposición Universal aparece como un medio de relanzar la economía a través de grandes obras animadas por el Estado, proponiendo a la Nación un proyecto que movilice las energías y cree un consenso político, capaz de devolver a Francia su "rango" entre las grandes potencias. Algunos ya sueñan con proponer un monumento que marcaría de forma espectacular la exposición.

En 1885 Eiffel ya lo tiene todo previsto: el peso, 6.500 toneladas (pesará 7.300 toneladas sin contar las construcciones anexas); el precio, 3.155.000 francos, lo que no es un precio elevado por kilo (la Torre costará finalmente casi dos veces y media este precio, incluidos los ascensores); el plazo, un año (la Torre será construida en veintiséis meses). Tampoco ha olvidado dotar a la cúspide de un potente faro. La Comisión encargada de seleccionar el proyecto se pronuncia el 12 de junio dando a Eiffel la posibilidad de construir su Torre. Después de dudar entre la colina de Chaillot y el Champ-de-Mars, se opta definitivamente por este último a pesar de ser menos prominente. Este emplazamiento tenía la ventaja de simplificar los cimientos y sobre todo de dotar a la Exposición de una puerta monumental y por lo tanto de evitar la construcción de una entrada especial; de esta forma se podía adjudicar la subvención de 1.500.000 francos prevista para este efecto al constructor de la Torre. Como el presupuesto de la Torre ascendía entonces a 6.500.000 francos, el 31 de diciembre de 1888 se crea a este efecto una sociedad anónima con un capital de 5.100.000 francos, de los que la mitad son de su propiedad y el resto de un consorcio de tres bancos. Los gastos de la construcción van a superar notablemente el presupuesto inicial, pero los beneficios nada más finalizar la Exposición de 1889 permitirán reembolsar íntegramente el capital a los accionistas.

La torre suscita desde el primer momento una fuerte oposición en la opinión pública. Las obras acaban de comenzar, cuando aparece en Le Temps una "Protesta contra la Torre de G. Eiffel". La firman personajes importantes del mundo de las letras y de las artes: Guy de Maupassant, Alexandre Dumas hijo, Leconte de Lisle, Sully Prudhomme, William Bouguereau, E. Meissonier y muchos otros cuyos nombres no han pasado las fronteras del siglo XIX. Los autores de este texto "protestan con todas sus fuerzas, con toda su indignación, en nombre del gusto francés ignorado, en nombre del arte y de la historia francesa amenazados, contra la erección, en pleno centro de nuestra capital, de la inútil y monstruosa torre Eiffel”. Siguen calificaciones como "las barrocas, las mercantiles fantasías de un constructor de máquinas", "una torre vertiginosamente ridícula", "una gigantesca y negra chimenea de fábrica", "como una mancha de tinta, la sombra odiosa y la odiosa columna de chapa fijada con pernos"...

Eiffel responde a la protesta en una entrevista, concedida a Paul Bourde de Le Temps, que resume perfectamente su doctrina artística: "Creo, por mi parte, que la Torre tendrá su propia belleza. Por el hecho de ser ingenieros, ¿se cree acaso que la belleza no nos preocupa en nuestras construcciones y que al mismo tiempo que las hacemos sólidas y duraderas, no nos esforzamos en hacerlas elegantes? (…) Sostengo que las curvas de las cuatro aristas del monumento, tal como el cálculo las ha determinado darán una gran impresión de fuerza y de belleza ya que traducirán ante la mirada la osadía de la concepción en su conjunto (…) Existe por otra parte en lo colosal, una atracción i un encanto propio”.

La construcción de la Torre se llevó a cabo en 26 meses. El montaje fue en sí mismo una maravilla de precisión, como coinciden en reconocer todos los cronistas de la época. Para los parisinos debía ser un espectáculo extraordinario ver progresar, día a día aquel inmenso andamiaje metálico. Los cimientos, realizados al lado del Sena mediante cajones de aire comprimido a causa de la capa freática, estaban terminados en junio de 1887. El montaje de los pilares comenzaba el 1 de julio. Todas las piezas diseñadas con una exactitud de décimas de milímetro llegaban ya preparadas por la fábrica de Levallois-Perret. Si presentaban el menor defecto, eran inmediatamente devueltas a la fábrica y jamás retocadas al pie de la obra. Las 18.000 piezas de la Torre exigieron por tanto 700 diseños de ingenieros, 3.000 diseños de taller de 1 x 0,80 m que tuvieron ocupados a 40 dibujantes y calculadores durante dos años. Ciento cuarenta obreros trabajaban en la fábrica, donde se colocaron con ayuda de un utillaje especial las dos terceras partes de los 2.500.000 roblones (similar a un tornillo pero sin rosca) que incluye la Torre. En la obra había entre 150 y 300 obreros, perfectamente adiestrados por un equipo de trabajadores de los grandes viaductos metálicos.

Font: Fragments del llibre de LEMOINE, Bertrand. Eiffel. Barcelona, Editorial Stylos, 1986.

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